El Fracaso Político de la Cumbre de Mar del Plata |
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*Por Jorge Castro (1)
El fracaso político de la cumbre hemisférica de Mar del Plata modificó el mapa político del continente. Veintinueve gobiernos americanos, incluido por supuesto Canadá (un país integrante del Grupo de los Siete, cuyo respaldo busca la Argentina para reabrir sus negociaciones con el Fondo Monetario Internacional), expresaron su voluntad de acelerar las negociaciones para la configuración del ALCA. Por el contrario, los cuatro países socios del MERCOSUR consideraron que no estaban dadas todavía las condiciones para avanzar en esa dirección.
Sin embargo, veinticuatro horas después de clausurada la reunión de Mar del Plata, en la entrevista que mantuvieron en Brasilia Lula y George W. Bush, Brasil morigeró sensiblemente esa postura. En la declaración conjunta posterior a esa entrevista, los dos mandatarios relativizaron las diferencias y aludieron a la condición que ambos detentan “copresidentes” del foro de negociación del ALCA. Bush tuvo para con Lula palabras de elogio.
Lo que ocurre es que en Brasil está en pleno desarrollo un fuerte debate interno en torno a la cuestión del ALCA. Existe un importante sector del empresariado que alerta sobre el peligro de quedar afuera de la red de acuerdos de libre comercio que teje hoy Estados Unidos en el hemisferio americano. Advierte que dichos acuerdos comerciales pueden afectar negativamente a las actuales exportaciones brasileñas al mercado estadounidense, que en algunos casos podrían ser desplazados por competidores que gozarían de ventajas arancelarias.
La actitud de Lula en la reunión con Bush hizo que la posición argentina quedara todavía más aislada políticamente. No faltó incluso quien ironizara ácidamente acerca de que “la cumbre de Mar del Plata terminó en Brasilia”. Pero no sólo Brasil mostró fuera de Mar del Plata una actitud más contemporizadora con Estados Unidos. Uruguay acaba de sellar con Washington un tratado de garantía recíproca de inversiones, muy similar al que suscribió la Argentina en la década del 90. A su vez, Paraguay progresa en tratativas bilaterales con Washington, en función de una fórmula que sus autoridades caracterizan como de “canje de seguridad por comercio”.
Un solo país, Venezuela, declaró que "ni ahora ni nunca" admitirá el ALCA. Esa posición solitaria que coincide únicamente con la de Cuba. Pero Cuba, que si algún objetivo persigue hoy en el escenario internacional es, paradójicamente, el levantamiento del embargo comercial norteamericano, no fue invitada a la reunión de Mar del Plata. Por su parte, Venezuela tiene virtualmente un único producto de exportación, el petróleo, que coloca sin problemas a los Estados Unidos. Su integración con la economía norteamericana no necesita entonces del ALCA para ser la vinculación comercial con Estados Unidos más antigua e intensa de América del Sur.
Los veintinueve países dispuestos a acelerar la marcha hacia el ALCA suman aproximadamente el 86% del producto bruto del hemisferio americano. El resto reúne cerca del 14 %. De allí que no carezca de sustento la iniciativa insinuada públicamente por el presidente mexicano Vicente Fox, cuando estimó que el ALCA podía materializarse ya mismo con la integración de los países que estuvieran de acuerdo en hacerlo, mientras se dejaban siempre las puertas abiertas para la incorporación del resto. De hecho, está en trámite la convocatoria a una reunión hemisférica de ministros de Economía y Comercio, que tendría lugar en marzo próximo, para analizar el tema.
Fox puede acreditar una amplia experiencia en materia de integración comercial: a pesar de las asimetrías entre ambas economías, la incorporación de México al NAFTA multiplicó las exportaciones del país azteca a los Estados Unidos. En la actualidad, el comercio internacional mexicano (exportaciones más importaciones) es de alrededor de 400.000 millones de dólares anuales, con exportaciones que en el 2004 superaron los 200.000 millones de dólares. Esa cifra supera a la suma de las exportaciones del resto de los países latinoamericanos. El país azteca es ahora el tercer socio comercial de Estados Unidos, después de Canadá y China.
Los entredichos protagonizados por Kirchner con Fox y con el primer ministro canadiense Paul Martin completaron el ciclo de desencuentros iniciado en la entrevista con Bush y sus reclamos acerca de la necesidad de que la Argentina garantice la seguridad jurídica y el fiel cumplimiento de los contratos, sin contar la gélida frialdad manifestada con Tabaré Vázquez, a raíz del serio conflicto diplomático suscitado en torno a la instalación de dos empresas papeleras en la ribera del río Uruguay.
Hasta la reunión de Mar del Plata, podía afirmarse que América Latina había quedado fracturada en dos grandes regiones, separadas por el canal de Panamá. Por un lado, México y Centroamérica, integrados comercialmente con Estados Unidos a través de sendos tratados de libre comercio, el NAFTA y el flamante CAFCA (ratificado este año por el Congreso norteamericano). Por el otro, está América del Sur, con la solitaria excepción de Chile, que con un presidente socialista como Ricardo Lagos es el único país de la región que selló también un acuerdo bilateral de libre comercio con Estados Unidos y se apresta a suscribir un tratado similar con China.
En Mar del Plata, quedó claro que Colombia, Ecuador, Perú e incluso Bolivia pretenden seguir adelante en la negociación de un acuerdo de libre comercio bilateral o multilateral con Washington. A partir de ahora, es altamente probable que la proyectada Comunidad Sudamericana de Naciones quede sumida en el limbo de la retórica.
El MERCOSUR, cuyo prolongado atascamiento es incluso reconocido oficialmente por los gobiernos de los cuatro países que lo integran, podrá formalizar la anunciada incorporación de Venezuela, pero hasta ahora solo pareció despertar de su profunda parálisis política únicamente para demorar la negociación del ALCA y no para encontrar el camino que le permita superar los obstáculos que dificultan la integración regional.
Significativamente, días antes de la cumbre de mar del Plata, algunos medios periodísticos argentinos se habían hecho eco de un informe elaborado por el Centro de Economía Internacional de la Cancillería, que consignaba que "el tamaño del mercado de oportunidades para la Argentina en el ALCA asciende a 78.000 millones de dólares", una cifra más que duplica las previsiones de exportaciones argentinas en el presente año. Sugestivamente, ningún funcionario oficial salió luego a rectificar o refutar ese cálculo, que cuantifica con inusual precisión hasta qué punto la posición asumida por el gobierno argentino en la "cumbre" puede llegar a contradecir el interés nacional.
Lo que ocurrió en Mar del Plata puede caracterizarse, en primer lugar, como un rotundo fracaso de la diplomacia argentina, que en su condición de país anfitrión llevaba sobre sus espaldas la responsabilidad de impulsar consensos y no confrontaciones estériles. En segundo término, representó un paso más en la dirección equivocada de una política exterior errática y carente de una visión estratégica. En tercer lugar, si el propósito de las autoridades argentinas era negociar con Estados Unidos una flexibilización de la postura con relación al ALCA a cambio de un compromiso de respaldo norteamericano en el G-7 para la reapertura de las negociaciones con el FMI, el fiasco es total. Mar del Plata marcó un claro retroceso en las relaciones bilaterales argentino-estadounidenses.
En el terreno específicamente político, lo sucedido en Mar del Plata, incidentes incluidos, fue la primera comprobación posterior a las elecciones del 23 de octubre de que una parte significativa de la red alianzas "transversales" del Presidente Kirchner es incompatible con el objetivo de impulsar la reinserción internacional del país. Prueba de esta severa limitación fue la denominada "anticumbre", cuya figura estelar fue Hugo Chávez, un encuentro que constituyó una verdadera coproducción política binacional, financiada con fondos estatales argentinos, jerarquizada con la participación de connotadas figuras políticas del oficialismo y realizada con una custodia reforzada por el aparato de seguridad del gobierno venezolano. La “anticumbre” marplatense fue la “cumbre de Chávez”. Por eso, en términos políticos, la reciente visita de Kirchner a Venezuela es la contracara de la reunión de Lula con Bush.
(1)
Vicepresidente del Diálogo Argentino-Americano, y Presidente del Instituto de Planeamiento Estratégico.